lunes, 30 de agosto de 2010

Capítulo I - Parte Primera





















A Eva le gustaba visitar casas donde hubiese niñ@s. Se relajaba. Para ella, eran personas en miniatura con l@s que pasar un buen rato. Nada de reproches, nada de tristezas, nada de estrés… si acaso, algún llanto descontrolado, una caricia y punto. Había que tener un poco de mano izquierda, la que ella sabía tener.
Por eso, aquella tarde visitó la casa de su hermana, para ver a Ana, más conocida como "Anita", su pequeña sobrina de apenas dos años. Anita era una niña muy despierta con cara de luna y ojos verdes de gata. Podría haber sido una niña de anuncio, quizá de pañales o leche desnatada, pero en cambio, tan sólo era la niña de los ojos de Eva, muy de vez en cuando. Aquella era una de esas tardes. Pensando en juegos y maquinaciones infantiles llegó Eva al segundo piso. Pero se encontró algo muy distinto.
-        ¡Ah! ¿Eres tú…? Hola… - dijo su hermana con desgana al abrir la puerta
-        ¡Hola! ¿Te pasa algo? – preguntó Eva al mirarle los ojos
-        No… nada… pasa vida, ahí esta Anita. ¡Anita! ¡Mira quién esta aquí! – contestó la mujer con voz suave y forzada
Si contamos los defectos de Eva, el mayor de todos era la impuntualidad, siempre llegaba al menos diez minutos tarde, (aquello suponía un gran problema en el colegio), también pecaba de ser quisquillosa a la hora de comer pescado (sin espinas, por favor) y, por qué negarlo, era una auténtica vaga en las tareas del hogar…
… pero no era tonta. Y en momentos así, le parecía que aquel constituía el mayor defecto de todos… ¡cuánto mejor sería no enterarse de nada!
-        ¿De verdad qué no pasa nada? – volvió a preguntar mientras se ponía cómoda en el sofá
Pero no tuvo que esperar mucho para obtener respuesta. De repente, oyeron golpes en la puerta y una voz que maldecía por no poder abrirla.
La alarma de Eva se disparó. Si que pasaba algo. ¿Por qué tenía que haber llegado precisamente en ese momento? ¿Por qué su hermana no podía prevenirla de aquello?
Tras un minuto que le pareció eterno, su cuñado apareció en el umbral del salón totalmente borracho.
-        Ho… la… ¡Ho… la… Anita! ¡Ah! ¡E…va! ¿Qué tal? – sonreía mientras hablaba. Apenas podía tenerse en pie
Eva se tensó de inmediato. Comenzaba a ponerse muy nerviosa con apenas ver de lejos aquel inconfundible tambaleo. No era la primera vez que veía a su cuñado en ese estado y nunca sabía que hacer. Se quedaba sin palabras, no sabía si responder tranquilamente para que la dejase en paz o mirar hacia otro lado para que se olvidase de ella. No soportaba el olor a alcohol, no aguantaba la tensión que se cortaba en el ambiente. De repente, Eva se sentía muy pequeña y quería desaparecer.
-        “Vale, tranquila… en ese estado lo más probable es que se vaya a la cama… céntrate en la niña y pasa de él… joder Eva, que ya tienes trece años… no dejes que te intimide... no dejes que te intimide…” – se repitió como un mantra salvador
Nunca supo si la intención de su cuñado al llegar a casa aquella tarde, era irse directo a la cama para dormir la mona. La reacción de su hermana cortó el ambiente y los planes tranquilizadores de Eva.
-        ¡¿Tú que eres IMBECIL?! ¡Llevo toda la noche esperándote! ¡Mira como llegas! – vociferó mientras le arrastraba al pasillo
Eva estaba petrificaba. No sabía mucho de borrachos pero le parecía muy mala idea insultarles… ¿y si se ponía agresivo? ¿Y si le hacía algo a su hermana? Trato de tranquilizar a Anita que se había asustado con los gritos. La atrajo hacia sí y le susurró que no pasaba nada. Cayó en la cuenta de que estaba haciendo lo mismo que su hermana. Como siempre, nunca pasa nada…
Apenas dos metros de distancia separaban ambas estancias. No es que su hermana viviese en un piso muy grande y tampoco puso cuidado en irse más lejos a discutir. Aquello estaba pasando allí mismo y la conversación no bajaba de tono.
-        ¡¿Y dónde esta el dinero de ayer, eh?! ¡¿Te lo has gastado todo?! Eres un cabrón… un borracho cabrón, ¡déjame en paz! – su hermana gritaba como si se le fuese la vida en ello, mientras intentaba zafarse de aquel saco de alcohol, que  a su vez, intentaba darle un besito por respuesta
Eva intuyó que aquella actitud cariñosa no podía durar mucho y deseó que su hermana no gritase más. Deseó que se callase y viniese a jugar con ellas. Deseó que él se fuese a la cama y que ni siquiera hablasen en aquel estado de embriaguez… pero a veces, los deseos se cumplen y otras no. Se cumplió su intuición.
Su cuñado pasó de la amabilidad de los besitos en la mejilla a adoptar una pose desafiante ante los ataques verbales de su hermana. Comenzó a levantar la cara y su mirada se transformó de la burla, al asco…
-        ¡Ca…lla! Ssssshhhhssss ¡Cállate! – gritó mientras le tapaba la boca - ¡Qué te ca…lles de una puta vez!

2 comentarios:

  1. Sigue escribiendo, yo me quedo con ganas de más...

    ResponderEliminar
  2. Siempre me he preguntado qué puede llevar a una persona a agredir a la persona con la que comporte su vida. Todo el alcohol del mundo debería ser insuficiente para alimentar la violencia en un hogar. Esperemos la segunda parte y veremos cómo sigue la historia.

    Por cierto, me quedo con eso de "... pero a veces, los deseos se cumplen y otras no." Más bien lo segundo.

    Saludos!

    ResponderEliminar