sábado, 21 de marzo de 2009

A cuchilladas

Una vez conocí a una chica que veía cuchillos.
Naturalmente, sentí miedo mientras me describía aquella visión; los miedos son irracionales y no se pueden controlar. Cuanto más desconocido es el origen de la sensación de pánico, más temor genera en el cuerpo. Al menos, así es en mi persona.
La niña que veía cuchillos ensangrentados tenía 17 años. Una edad en la que, fácilmente, te has fijado en menganito o te gustaría tener el vestido que fulanita a llevado al instituto aquella mañana...
Pero aquella chica, aquella persona de pelo naranja y ojos hundidos ¡veía cuchillos! Y lo peor de todo era que no controlaba de ninguna manera aquellas terroríficas visiones. Podía verlos sobre la mesa de la cocina, pero también en el suelo del baño. Podía tener visiones cuando estaba enfadada y dolida con el mundo, pero también mientras reía viendo una película o escuchando la radio. Aquello era de veras preocupante, y la chica pecosa cada vez se sentía más y más pequeña. Frente al mundo ya era insignificante. Una motita de polvo que sobrevuela la colcha y espera posarse y ser bien recibida…
Y todo, por culpa de aquellas horribles visiones, que hacían que se replegase dentro de si misma, por temor a hacer daño a aquellos a quienes quería. Una pena. Una tristeza de vida. Si no fuese porque llegó al pueblo una persona que promocionaba un elixir milagroso que purificaba el cuerpo y el alma y expulsaba a la vez, los males que no pueden verse, ni siquiera en una radiografía ni análisis… - “aquellas virulencias que afectan al sistema nervioso, cuyo origen, es y ha sido siempre, desconocido y temido por los humanos…” – así rezaba la curandera por las calles y portales de la villa.
[continuará]

1 comentario:

  1. Hola me gusta el blog volveré por aqui seguramente.
    Saludos y disculpa la incursión barbara.

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