miércoles, 6 de mayo de 2009

... va de trabajo ...

Hay ocasiones en las que charlas con una persona y ya sabes de antemano lo interesante o no que van a resultar los próximos diez minutos. Y ello depende del grado de verborrea que tenga el contrario, porque quizás te este contando un episodio de su vida que a ti te importe bien poco, pero al menos, resulta un interlocutor divertido y deja ver bastante de su personalidad.
Por poner un ejemplo, el otro día sin ir más lejos, me encontré charlando en una cafetería con un compañero de trabajo al que sólo conocía por una breve presentación inicial. El chico tenía ganas de hablar de si mismo y darme confianza, con lo que yo, no tuve opción a hacer otra cosa que escucharle, corriendo el riesgo de resultar antipática de haber zanjado aquello con alguna frase fuera de tono. Allí estaba yo, pensando que me importaba muy poco saber por qué o cómo había llegado hasta la empresa donde nos encontrábamos, pero por otra parte, dejé que mi curiosidad navegase libremente y me encontré analizando cada detalle.

El chico había trabajado durante muchos años en un negocio familiar que le proporcionaba estabilidad y donde se sentía seguro y bien valorado. Viajaba bastante y tenía oportunidad de visitar aquellos lugares donde recababa. Ni que decir tiene, que también le iba bastante bien de pasta, así que, a priori, parecía absurdo que hubiese abandonado aquel chollo de vida si no fuese por un despido o una quiebra empresarial. Y esta fue mi primera apreciación a los dos minutos del monólogo “casual”. Por supuesto, mi intervención estaba prevista y me contestó algo así como:

- No se entiende que uno puede dejar algo así ¿verdad? Pero así fue. Es una buena pregunta, me alegro de que la hayas hecho.

Y se congratuló consigo mismo por haber captado mi atención. Claro que, ya he dicho que mi curiosidad es bastante inquieta y una cosa es que no me importe y otra, que no disfrute psicoanalizando a la gente. Y más, si te lo ponen en bandeja.

Dicho y hecho. Comenzó a relatar la historia de su vida. Y lo que había comenzado por una conversación banal respecto a su anterior trabajo, se convirtió en una improvisada consulta de diván, donde el tipo, tenía que auto convencerse, de porqué había aceptado este nuevo empleo y hacía donde había dirigido su existencia.

[…]

Supongo que todos necesitamos auto convencernos alguna vez de nuestra propia “película”. Al fin y al cabo, convencidos nosotros, que importa que al resto le parezca una chorrada. Pues eso… que iba a relatar su “particular” historia, pero me apetece más dejarla para novela…
ale! Auto convencida pues. Y cansada. De martes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario