lunes, 16 de febrero de 2009

Marta del Castillo - Tod@s somos Marta

Cuando yo tenía 17 años, sobrevolaban cíclicamente dos ideas sobre el cuarto en el que dormía.
La primera; quería ser como los demás y “no pensar” en asuntos vitales. Quería ser feliz y no estar preocupada de forma permanente en misticismos. Creía que necesitaba ser más niña de lo que era, aunque en realidad, fuese una “pava”.
Y la segunda; vivía irremediable y terriblemente enamorada. Creía morir de amor a cada paso. Escribía textos repletos de exclamaciones y escuchaba canciones sobre primeras citas y “para siempre”. En aquel particular universo de teleserie para adolescentes, todo era genial, nuevo y distinto para mí.

Más feliz o menos, alocada o consciente del mundo, mejor o peor, viví mi adolescencia como otras muchas; mil amig@s, dos mil proyectos, unas tres mil dudas y unos cuatro mil millones de pájaros en la cabeza…
A pesar de que existían la tristeza, las dudas y las reflexiones vitales, el mundo era un lugar maravilloso y lleno de posibilidades. Podías bailar y saltar como una posesa. Besabas, toqueteabas, reías, y bebías alcohol sin más control que la escasez de billetes que llevabas en la cartera. Estaba claro que nunca había que irse con extraños, y mucho menos transitar sola por lugares oscuros y callejones siniestros. Estaba claro que existían violadores, locos suicidas, asesinos, gente poco recomendable, alcohólicos y drogadictos de los que había que huir. Personas que obligaban a cambiar de acera al grupo que salía siempre junto y poco menos que de la mano. Estaba claro un patrón de vida “saludable” que intentaban educar en las aulas, la familia y hasta en los medios de comunicación…

… todo eso estaba más o menos claro a mis 17 años. Lo confuso hubiese sido otra cosa, para la que en principio, no te preparaba nadie. Confuso hubiese sido tener un novio celoso que de repente me calzase una hostia. Estar enamorada de un chico que me hiciese la vida imposible por salir con mi pandilla de amig@s. Salir con alguien que convirtiese las canciones románticas y los textos que yo escribía, en una utopía de enamorada juvenil sin pies ni cabeza. Tener un presunto enamorado que me prohibiese cosas y me hiciese chantaje emocional cada vez que me armase de valor para dejarle. Un amor que me forzase a mantener relaciones sexuales sólo por meterla donde fuese, sin contar con mi absoluta conformidad y convencimiento.

Un adolescente (igual que yo)
Alguien en quien (por edad) confiase más que en los míos,
Un amor que yo creyese “para siempre”
Y al que venerase en mis sueños
Una persona a la que amase más que a mi vida…

… lo confuso, irracional, perverso y del todo incomprensible, que hubiese sido morir a manos del chico por el que sientes todo esto, a tus 17 años.

Con 27, continúa siendo confuso, irracional, perverso y del todo incomprensible, que una niña de 17 años, llamaba Marta del Castillo, haya sido asesinada por un chico ex – novio suyo. Hoy más que nunca, tod@s somos Marta.

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