viernes, 21 de noviembre de 2014

Pensar en blanco

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A veces sientes que en tu interior las cosas no van bien. Sientes un vacío y un desasosiego difíciles de soportar. Tienes pesadillas, pasas el día intranquila y cuando se cierne la noche sobre tu hogar, la sensación de miedo aumenta.
¿Cómo describir este sentimiento? ¿Qué factores lo provocan?- muchas veces te lo has preguntado.
Quizá, y sólo quizá, todo haya comenzado el día que cruzaste la débil frontera entre adolescencia y juventud. No está bien delimitada, debería traer un manual de instrucciones, pero en vez de eso, sin previo aviso, sentiste el aplastante sentimiento de frustración, de miedo ilimitado, y de soledad, todo junto…
Porque de repente, entendiste que todxs estábamos solxs ante la vida, que los adultxs no tenían respuesta para todas tus preguntas, que en ocasiones, estaban aún más perdidos que tú. Sufriste la certeza de la gran mentira contada, pero no quisiste creer en la inexistencia del ideal de vida y, en definitiva, todo fue duro y confuso durante varios años. Batallaste mil guerras perdidas de antemano, y finalmente saliste victoriosa por simplemente sobrevivir, pero… el dolor macerado pasa factura… y quizá esto sea un pequeño atisbo de explicación para tu desasosiego, no sé… no me pidas una explicación completa de golpe. Supongo que tiene que haber más.
Sin embargo, reconoce aquí y ahora, que has tenido una infancia feliz. De los adultxs tú sólo has envidiado un par de cosas; los inquietantes y misteriosos besos en la boca y la elección propia de la ropa que vestían… pero nunca, y digo nunca, desde tu más tierna infancia, te han parecido seres privilegiados con vidas encomiables. Muy al contrario; estaban de mal humor, se gritaban, pasaban mucho tiempo en “eso” del trabajo y muy pocas veces - algunos dirías que nunca - se permitían disfrutar.
Siempre, demasiado cansados para todo lo remotamente divertido. Siempre, demasiado ocupados para perder el tiempo en cosas de niños. Nunca, nadie preparado para bajar la guardia, para tomarse un respiro…
Más bien, les has compadecido mucho. Te has preocupado por su infelicidad. Y no por la tuya.
Envidiabas lo que veías en la tele, pero tu realidad, era bien distinta. A los 11 años creías que con 17 serías mayor, al tener los 17 pensaste que con 20 serías adulta. Llegaste a los 22 y los 25 te parecieron una edad magnífica para tener tu vida planeada…
Y aunque ahora tenga bastantes más, y ya estés convencida de pasarte gran parte de tu vida tratando de alcanzar esa “plenitud”, no te asusta, ya ni siquiera te preocupas; ahora sabes que la felicidad se basa en construir el camino, y es en este instante – creo yo – cuando disfrutas de las pequeñas grandes cosas…
Y si esto es así ¿qué está sucediendo dentro de ti? Yo no tengo más respuestas… o quizá si, pero tú misma las has enterrado tan hondo que no siempre puedo recuperarlas. Perdona si en ocasiones se escapan atisbos de tristezas arrastradas pero, te diré algo, todo lo enterrado echa raíces, y terminará por subir a la superficie. Estate atenta. Y una cosa más, esto de hoy, es la presentación, tan sólo el prólogo, pero espabílate… porque hay una historia, ni bonita ni fea, que algún día habrás de contar.

4 comentarios:

  1. La atroz desilusión de convertirse en adulto. Ahora toca re-ilusionarse. Genial texto :)

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  2. Preciosa reflexión que a todos nos ha pasado antes o después. Gracias por hacernos recordar esos pequeños pasos que han fabricado nuestras vidas.

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  3. El problema está en que siempre pensamos que en el futuro no habrá más incertidumbres. Desde mi punto de vista, madurar también significa que uno acepta que las dudas que tiene acerca de lo que va a ser de su vida nunca acaban por disiparse.

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  4. Creo que era Neruda el que decía que indefectiblemente un día nos encontraremos y esa puede ser la más feliz o la más amarga de las horas.

    En lo personal creo que estoy en constante búsqueda de quién sabe qué diantres se me ha perdido, pero también se puede disfrutar de la búsqueda, supongo que al final, lo bonito, es salirse de una vida prefabricada en que todo está ya definido. Odio las definiciones, las etiquetas y los "esto tiene que ser así y punto". Lo definido me conduce a la tristeza.

    Abrazos.

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